Samarcanda es uno de esos nombres míticos que evoca antigüedad, orientalismo y lujo asiático. Su imagen, vinculada al ideario persa e islámico es poco asociada con su realidad turca o el dominio mongol que la controló durante siglos haciéndola joya de su imperio, centro del mundo y eterna en la memoria. Visto en la actualidad, puede parecer inexplicable. Retroceder en el tiempo y ubicarla en el debido contexto histórico tras el rastro de personajes como Ciro el grande, Darío I, Alejandro Magno, Chinguis Jaan, Tughluq Temür o Marco Polo causa fascinación.

UZBEKISTÁN, EN EL CORAZÓN DEL MUNDO

Yekibud yekinabud, así empiezan los cuentos persas. Samarcanda, en su día, fue un sueño en aquel idioma. Apenas recuerdo ya qué me impulsó a interesarme por la Ruta de la seda, pero el año 2019 desembarqué en Irán atraído por el embrujo de la antigua civilización meda y su conexión como pieza intermedia entre el Lejano Oriente y Occidente.

Pocos días antes de partir, Antonio Guzmán, uno de los sabios que configuran mi órbita existencial me señaló que la pieza capital de aquella histórica vía comercial fue el territorio del actual Uzbekistán, con Samarcanda como referente principal. El libro The Silk Roads, de Peter Frankopan (2015) me fue encarecidamente recomendado.

Recorrer los bazares de Kashan, Shiraz y sobre todo Teherán o Tabriz me confortaron con la satisfacción de haber presenciado teselas singulares de enorme valor en aquel entramado. Su arquitectura de época, también su escenografía al más puro estilo bagdadí fueron un paisaje urbamo espectacular hasta entonces desconocido.

El aprendizaje de ingeniería, manejo del agua y bioclimatología tradicional aún me sigue generando perplejidad y admiración. Las referencias que tenía sobre el saber oriental (Hobson 2006) se manifestaban o se dejaban intuir en el aprovechamiento de los recursos naturales, la adaptación de la vida y construcción a las condiciones extremas de la climatología en aquel tiempo.

También me resultó abrumadora la ambientación caravanera y la ingente cantidad de infraestructura heredada. Los caravasares y sus hospederías asociadas (funduq) habían funcionado como cuentas salpicadas en el rosario conectivo por el que circularon conocimiento y tecnología durante más de un milenio.

Vivirlos en primera persona, te incrusta en el tiempo de forma apasionante. El estado de conservación activa que mantiene esa infraestructura en el actual Irán, permite ser protagonista en uno de los relatos de las mil y una noches. Ese tipo de cosas, que no tienen precio.

Entusiasmado con aquellas sensaciones, la imaginación se despertó de forma insaciable. Recorrer el tramo caravanero en las llanuras de Jorasán y las montañas del Pamir se hizo imprescindible.

En una primera aproximación, las únicas referencias presentes en el manual básico de historia universal impartido en la formación recibida no llegan mucho más allá del dominio persa y la hazaña alejandrina que impuso su dominio entre el Egeo y el río Indo.

De la primera, quedan los topónimos Sogdiana, Jorasmia y Jorasán, que se superponen en algunas zonas según distintas épocas históricas. De la segunda, deriva la Transoxiana, que etimológicamente viene a marcar el territorio más allá del río Amu Daria, conocido como Oxus por los griegos.

La trascendencia cultural de la zona es tal, que la matemática actual no se entendería sin aquel territorio. Abu Abdullah Muhammad ibn Musa nació hacia el año 780 en la ciudad de Jwarizm (actual Jiva), por lo que se le asignó la nisba (gentilicio) de al Jwarizmi, que simplemente quiere decir “el de Jorasmia”.

Su obra científica, principalmente matemática y geográfica le llegó a convertir en uno de los científicos más trascendentes de la historia. De aquella, deriva la palabra Álgebra y de su gentilicio, los términos guarismo y algoritmo.

El resto de la historia, con el dominio mongol o turcomano que la lleva hasta la actualidad, resulta prácticamente desconocido a este lado del gran continente. Sin embargo tuvo incluso más trascendencia para el devenir de Occidente porque fue el centro del mundo, especialmente en aquella época, convirtiéndose en el enlace con el que los avances tecnológicos de China llegaban hasta el remoto confín de Europa.

Aunque la actividad comercial fue siempre la motivación principal de aquella región, se tornó especialmente activa a partir de la Baja Edad Media en que ya los europeos emprendieron la actividad por cuenta propia siendo tal vez la familia Polo el ejemplo más conocido.

El flujo de bienes y servicios que provino de allí generó tal cantidad de avance y riqueza en el contorno Mediterráneo que dio lugar al llamado Renacimiento (Hobson 2006). Hasta el punto de desplazar con el tiempo el centro de poder desde aquellos confines hasta el entorno de la antigua civilización grecolatina.

RUTA DE LA SEDA

El eje por el que se vertebró todo este trasiego humano, mercantil, cultural y tecnológico se conoce como Ruta de la Seda una serie de puntos entre dos puertos principales en el Mediterráneo (Antioquía y Acre) y Xi’ang, la antigua capital de China en el Lejano Oriente.

Unos 7200 km de distancia que solían requerir unos 18 meses para su recorrido con los medios y dificultades de la época (guerras, bandidaje, inclemencias meteorológicas) a través de páramos, estepas, desiertos y montañas.

El paso de Irkeshtam en el nudo montañoso entre el Pamir y los Kunlun está a unos 2.800 m de altitud, el de Torugart, unos 160 km al noreste, mil metros más elevado. Los bloqueos a causa de intensas nevadas debían ser frecuentes.

Por su parte, el desierto de Taklamakán, con unos 350.000 km² (media Península Ibérica), entre la cordillera de Tian Shan al norte y la los montes Kunlun al sur, está considerado uno de los más áridos del mundo, con pocas opciones de escala en su interior.

El hallazgo americano y el tráfico naval de ultramar impulsado desde la Península Ibérica y seguido por Holanda e Inglaterra provocaron el declive económico y general del centro asiático. Las dinastías mogol-timuríes llegaron a su declive a lo largo del s. XVI permitiendo la recuperación de su territorio natural por las poblaciones del Turquestán.

Los uzbekos, una de aquellas etnias, ocupó la Jorasmia y Transoxania dando lugar a lo que es hoy Uzbekistán, el país de la gente uzbeka, de “los seres libres”. Resulta curioso que esta autodesignación sea común a otros pueblos cuyo significado es el mismo en su particular idioma. Los vecinos kazajos o los “imazighen” del norte africano se atribuyen el mismo concepto.

Uzbekistán es una pequeña mesopotamia, “uzbikada” entre dos ríos, el Amu Daria y el Sir Daria, que bajan del macizo montañoso del Pamir, el particular Himalaya donde las nieves reposan de forma perpetua y dan lugar al río grande (Amu Daria), el Wadi al Kabir de este territorio por el sur y el Sir Daria por el norte.

Los crestones montañosos de hasta 7000 m de altitud son garantía suficiente de abastecimiento hidráulico para el flujo hidrológico por las llanuras de Jorasmia a las que regó antaño y sigue regando en la actualidad. El techo del mundo (pay-i-mehr) para las tribus locales.

El centro asiático es una sucesión de tierras bajas y llanas donde son frecuentes las cuencas endorreicas. El Caspio tal vez sea el ejemplo de la más grande del mundo, donde enormes ríos eurosiberianos como el Volga y el Ural disipan su caudal en esa enorme caldera de evaporación..

En el caso uzbeko, Amur Daria y Sir Daria confluyen al noroeste en la gran llanura de Aral a la que antaño inundada también se le diera la consideración de mar interior.

Estos son los elementos que, a nivel topográfico configuran el país de Uzbekistán y su entorno más próximo. Como aparecerá más adelante, son también el marco que define el clima, la vegetación y los usos ancestrales que rigen en aquellos lugares.

TASHKENT

La llegada al país se realiza a través del aeropuerto internacional de Tashkent. Las conexiones con occidente suelen pasar bien por Doha, bien por Estambul, dependiendo de la compañía aérea que se trate.

La capital del país es una ciudad emergente. No tanto en lo económico, que ya lo fue, como en la modernización y puesta al día de algunos de sus aspectos más usuales. La arquitectura urbana es uno de ellos. Esta tendencia se atisba con sólo aterrizar en el aeropuerto.

De tamaño mediano, aún conserva detalles de construcción antigua, pequeñas dimensiones, falta de infraestructura y bajo mantenimiento. El acceso a los grandes aviones, no es directo por pasarela o puente, sino a pie de pista, con autobús de aproximación. Eso permite apreciar que el estado del hormigón en planta es deficitario con mucha necesidad de mantenimiento.

La impresión al recorrer la ciudad es parecida. Pese a haber sido un importante núcleo urbano en la Ruta de la seda las trazas de aquel período floreciente no son reconocibles. La frecuente y potente actividad sísmica de la región (de la que derivan las elevadas cordilleras contiguas) así como los repetidos procesos de sucesión dinástica que ha sufrido a lo largo de la historia han disipado los restos del antiguo diseño medieval y sus modificaciones posteriores.

A primera vista, lo más resaltable son los edificios insignes y destacados de la época zarista. Cuando los rusos convirtieron al país como una provincia satélite, el carácter medieval y centroasiático de la ciudad se fue tornando hacia el clasicismo europeo en base a los gustos de los distintos gobernadores que fueron pasando por ella.

Los edificios de aquella época tienen un marcado carácter cultural. Teatros, bibliotecas, museos, palacetes, casas señoriales y centros administrativos.

La posterior etapa de pertenencia a las repúblicas de la Unión Soviética generó una tendencia muy similar, si bien con el distintivo carácter social y utilitario de los edificios. Parques, fuentes, plazas, auditorios, salas de concierto, teatro, bibliotecas museos. Con una marcada necesidad de resaltar la grandiosidad y beneficios del sistema comunista entonces dominante y enfrentado al capitalismo occidental.

Tal vez el tren metropolitano de Tashkent, el único existente en todo el país, sea el distintivo más señalado de esta época. Al modo moscovita, resalta la exhibición cultural que prodiga en algunas de sus estaciones más destacadas.

Un lugar tan frecuentado diariamente por todo tipo de personas no podía dejar pasar la ocasión de convertirse en plataforma propagandística de los logros del sistema socialista soviético.

La visita turística suele iniciarse en el hotel Uzbekistán, donde además de comodidad, existe una oficina de cambio de moneda que facilita la primera conexión práctica con el país. El cambio del momento viene a ser de 1 euro: 12.000 sum (CYM).

En su inmediatez se encuentra la plaza de Amir Temur, presidida por una enorme estatua ecuestre de Tughluq Temür, apodado Timur Lang (Tamerlán), el soberano más insigne que ha regido los destinos de este país.

Tashkent, la ciudad de piedra, tiene pocas alusiones a la roca. Al menos en el sentido más usual de ruinas y antiguas murallas. En el recorrido cultural clásico, éstas se dan por ausentes.

El mercado principal de Tashkent (Chorsu Bazaar) es el más grande de todo el país. A primera vista, las enormes cúpulas de medio punto revestidas de mosaico cerámico en el recinto edificado, llevan a intuir un espectáculo arquitectónico en su interior.

La relación entre la arquitectura oriental y las cúpulas parece una cuestión de fervor, de signo identitario y de vínculo sagrado. En este caso, pese a tratarse de bóvedas de crucería multinervada, distan mucho en estilo, antigüedad, complejidad y belleza del patrón persa.

La construcción es moderna, aparentemente del último tercio del siglo pasado. Los comerciantes siguen agrupándose por gremios, de forma ordenada, pero en modo diáfano bajo el curvado amparo de aquellas cubiertas. Nada que ver con la división multicelular de un zoco marroquí o los grandes bazares persas, de India o Turquía.

No obstante, resulta más que evidente el enorme flujo comercial que trasiega por el país, con presencia de casi todo. La zona de verduras, es un mosaico multicolor con mayores paralelismos a aquellos otros foráneos. Pero las especias, telas, perfumes, alfombras, flores, comestibles, preparados, encurtidos… se alejan mucho del patrón tradicional esperado.

En Tashkent es tradicional la artesanía del pan y el azúcar cristalizada. Ambos productos tienen una nutrida representación en la sección del mercado dedicada a su cobijo y expendeduría.

Desde el mercado, el recorrido a pie permite alcanzar la zona monumental donde se encuentra la mezquita Telyashayakh, una mezquita del viernes (Juma o Dzuma) que se encuentra en la plaza del Imám Khast.

El trayecto a pleno sol de la tarde, nos resulta familiar. Terral malagueño o normalidad de verano en el Valle del Guadalquivir. Unos 36-38 grados casi aplastan.

En la aproximación, las cúpulas de bulbo con revestimiento esmaltado de color turquesa resultan familiares para alguien que haya visitado el vecino Irán. De lejos, la arquitectura, al menos la sagrada, tiene elevadas connotaciones persas. De cerca, la coincidencia, es total.

No es la primera vez que me encuentro con una torre de ladrillo tan descomunal como las que conforman el par de alminares que flanquean la fachada principal. La arquitectura industrial histórica que conozco construyó chimeneas de ladrillo en el curso de los s. XIX y XX de dimensiones similares.

Pero cierto que ni son tan esbeltas ni profesan culto a la belleza como son este otro tipo de torreones.

La arquitectura insigne, la megalítica, es símbolo de perduración, eternidad, la inmutabilidad del Ser, del sentido atemporal del mundo y la obra del Creador. Por su proyección terrenal la autoridad del soberano siempre quiso dejar patente su estatus superior y su legitimidad divina a través de esta conexión sempiterna (Guénon, 2001).

La ostentación inalcanzable para otros, es uno de los recursos más utilizados en todos los regímenes a lo largo de la Historia. “Una dinastía testimoniaba su poder y su identidad tanto política como religiosa mediante la forma y el estilo de su arte y arquitectura” (Vaughan, 2001). Los dinteles y columnas pétreas del templo de Luxor o Persépolis son rastro más que patente de ese trasfondo simbólico.

El ladrillo sin embargo, es una pieza humilde. Surgida inicialmente como adobe, se construye simplemente moldeando barro y paja con secado a pleno sol. La cocción le confiere estructura cristalina, infiriendo mayor dureza y resistencia.

Podría decirse que es la pieza fundamental en la arquitectura de los pobres. Aplicable en cualquier parte como sustituto de la piedra o la madera, salvo en desiertos arenosos donde faltan combustible y agua.

En ese sentido el ladrillo es a la obra arquitectónica lo que la tesela al mosaico de azulejo. Su regularidad y diminuta dimensión (un pie de soga y medio de tizón) frente a la exorbitante posibilidad de la cantería se ven compensadas por la plasticidad que presenta en la composición y versatilidad en su uso.

Ofrece más estabilidad que el tapial, mayor facilidad constructiva y rinde más que el barro en igualdad de volumen, porque ya está secado. A buen seguro favoreció también la especialización en el trabajo.

Aunque su origen se establece en el Creciente Fértil (Mesopotamia y Levante Mediterráneo) no existen dudas de que el Antiguo Egipto era un maestro en la producción de adobe y ladrillo. De hecho aún hoy día al tipo más clásico se le conoce como “ladrillo mazarí” (del árabe Misr, empleado para denominar a Egipto).

Seguramente los romanos conocieron allí su uso y fueron unos prolijos usuarios del mismo. La combinación con el resistente mortero de cal permitió uniones más consolidadas y revestimientos más duraderos.

La bóveda de medio cañón y el arco de medio punto se aligeraron así tanto en coste como en rapidez constructiva. La arquitectura romana dotó de acueductos, cisternas, templos y otros edificios públicos la urbs que le fue característica.

La cultura islámica, posiblemente no por casualidad, surge también en aquella orilla del Mediterráneo, como sucesora natural de la cultura grecolatina. Su arquitectura inicialmente es muy similar. Durante el período inicial (Omeya) la roca domina en los edificios suntuosos (Palestina, Jordania, Siria, Egipto).

Tras centrar el eje en Bagdad y posteriormente en Samarra, el ladrillo adquiere de nuevo protagonismo. El desplazamiento cultural o como fuese hacia el Asia central, hace proliferar este elemento constructivo en los confines del Jorasán y la mismísima cabecera del río Indo.

Las torres y los pórticos de iwan resultarán allí elementos característicos. El ladrillo en la arquitectura islámica cobra nueva vida. El esmaltado de algunas de sus caras o su uso en relieve para generar escritura impone una versatilidad desconocida hasta entonces.

Las torres se convierten así en faros de luz y también en portadoras de mensaje visual a larga distancia. El nombre alminar procede del árabe “nar” (fuego) con el prefijo min- que denota una ubicación. Así alminar será el lugar donde hay fuego visible, para servir como referente.

El punto más alto donde se ubica la luz, recibe el nombre de linterna. La castellanización almenara, deriva del mismo.

El esmalte vidriado es una evolución o mejora aplicada a la cerámica a principios del período islámico. Si en Roma los esmaltes son pobres o inexistentes “terra sigilata”, la conexión con Próximo Oriente que se inicia con Bizancio medieval lleva a conocer los esmaltes vidriados.

El clásico mosaico romano esmalta sus teselas ganando brillo e impermeabilidad y evoluciona desde el cincelado hasta el recorte con alicate (alicatado) o molde. El término azulejo no es alusivo al color sino que procede del árabe az-zelliÿ y significa “impermeable”.

La denominación mosaico de mayólica o de fayenza es renacentista y se debe a la procedencia de la antigua Majorica (actual Mallorca) o de la ciudad italiana de Faenza, en la que se dio a conocer para el Renacimiento italiano a partir de los talleres andaluces de la Hispania musulmana.

La mezquita mayor tiene un patio central al que se accede por un portón y un iwán frontal de pequeño tamaño. El recinto interior está rodeado en tres de sus lados por una galería elevada con techo y columnas de madera labrada.

El estilo es claramente persa, con elegancia sublime y una decoración en bajorrelieve tallado que le da un valor inestimable. La madera es de sándalo, por lo que habrá sido importada de India cuando menos.

Estos claustros periferícos a los patios tienen como objeto reducir la insolación que entra al interior de los edificios y regular la temperatura del aire que circunda las estancias para conseguir así una calidad confortable en el interior del habitáculo.

El interior de la mezquita es bastante sencillo. Carece de decoración ostentosa y recargada si bien el interior de la cúpula es mucho más suntuoso que el exterior, favoreciendo una luminosidad que destaca notoriamente sobre el interior del espacio de oración.

Tras la fachada posterior o de la quibla de la gran mezquita, se encuentra la plaza del Imám Jast (Khast). Al otro lado de la plaza se encuentra una antigua madrasa convertida actualmente en un centro de artesanía y un pequeño edificio museo donde se expone un ejemplar de Corán del s. VII atribuído a Umar, uno de los compañeros del profeta del Islam.

En prácticamente un día, se puede ver lo más interesante de Tashkent. Día siguiente, viaje en tren hasta Samarcanda.

SAMARCANDA

Desde la capital, hay conexión directa ferroviaria en línea de alta velocidad hasta Samarcanda. Curiosamente es un tren TALGO, de tecnología y fabricación española cuyo pasaje resulta muy bien de precio. En unas dos horas se llega a la ciudad.

El recorrido de Taskhent a Samarcanda discurre por una inesperada sucesión de regadíos agrícolas. Con la imagen desértica en mente, observar esa continuidad verde donde se alternan maíz, arroz, algodón, moreras y frutales, resulta sorprendente.

Samarcanda se sitúa en un valle fértil regado por el río Zeravshan, que proviene del más remoto confín del Pamir en la frontera con Tayikistán. Continúa hasta Bujará y allí debiera dejar sus aguas en el gran Amur Daria de no ser porque todas son captadas en su carrera anterior.

Esta ubicación en modo oasis o paraíso la debió conectar posiblemente con los primeros tiempos del Neolítico. Conocida como Afrosiab en sus inicios, tiene al menos 2500 años de cronología y se considera entre las ciudades habitadas más antiguas del mundo.

Numerosas y complejas instalaciones de regadío convirtieron Jorasán, la provincia noreste de Irán, y Transoxania, el territorio situado más allá del Oxus, en productivas zonas agrícolas. Además, la región era rica en minerales: oro (había un yacimiento cerca de Herat), plata (en todo Jorasán y cerca de Balj), cobre (junto a Bujará y en Fergana), plomo (en las cercanías de Balj) y mercurio (en Bamiyan). Por otra parte, las montañas del Hindu Kush se cuentan entre los pocos lugares del mundo donde se puede encontrar lapislázuli, mientras que la zona de Badajshan, en el norte de Afganistán, cerca de la ciudad de Balj, era conocida por sus rubíes, sus granates y su amianto” (Blair & Bloom, 2001).

La primera impresión dista mucho de lo esperado. En la misma sintonía que ocurrió en Tashkent, las amplias avenidas y la continuidad de los edificios modernos dejan ausente el ambiente histórico deseable en una ciudad legendaria como ésta.

La inhabitual prolongación del día veraniego en estas latitudes permite engrosar la agenda de actividades. Poco después de llegar al hotel ya estamos en el centro histórico y monumental.

La primera visita es la tumba de Tamerlán, Gur-i-Amir, que en turco quiere decir la tumba del príncipe. Tughluq Temür, “el hombre voluntarioso que, con su ambición, energía e inteligencia pasó de ser un pequeño y empobrecido príncipe a gobernar el mundo islámico y la totalidad de Asia” (Hattstein, 2001) nunca se proclamó Jan.

De origen turcomano se abstuvo de considerarse sucesor de Chinguis Jaan, el gran dominador del mundo e instaurador de las dinastías mogolas que dominaron el mayor imperio de todos los tiempos durante cuatro siglos.

Buscó la legitimidad dinástica mediante el matrimonio hasta emparentar con la ulus descendiente del segundo hijo de Temujin, Chagatai al casarse con Saray Mulk Janum (Bibi Janum), por lo que se le conoció como el linaje de los Gurkán (del mogol Kuragan, yerno). A partir de ahí, maniobras de alianzas y una exitosa estrategia militar le condujeron a ser el señor más poderoso de su tiempo.

Timur transformó Samarcanda en el centro del mundo y con ello trasladó el centro del islam, de rasgos persas, hacia el este. Dio a la antigua zona cultural iraní entre el este de Anatolia y Transoxiana su última unidad política.Como heredero de los mongoles aseguró las rutas de comercio y de viaje de su reino, y castigó severamente los ataques a los comerciantes, lo que le garantizó un buen funcionamiento de correos y de las comunicaciones” (Hattstein, 2001).

Se embarcó en un programa ambicioso de construcción de mezquitas y edificios reales a lo largo del reino, en ciudades como Samarcanda, Herat y Mashhad. Después del saqueo de Damasco se deportó a carpinteros, pintores, tejedores, sastres, talladores de piedras preciosas, «en resumen: artesanos de todo tipo», para que engalanaran las ciudades de Oriente. Timur no temía gastar el dinero que extraía a los pueblos que subyugaba. De China compraba paños de seda «que son los mejores del mundo», así como almizcle, rubíes, diamantes, ruibarbo y otras especias. Caravanas de ochocientos camellos llevaban las mercancías hasta Samarcada” (Frankopan, 2016).

La arquitectura centroasiática de mediados del s. XIV hasta mediados del s. XV está decisivamente marcada en su desarrollo y en sus particularidades por la existencia de aquel imperio mundial que Timur, el estratega tan capaz como cruel, había creado con sus exitosas campañas de conquistas. Escogió Samarcanda como capital de su reino y la hizo brillar con pompa y suntuosidad con sus monumentales y magníficos edificios. La actividad constructora de esta época se caracterizó por su inmensa pasión por la construcción, así como por el tremendo esfuerzo por dar a su ilimitado poder una forma arquitectónica adecuada. Así se fundieron tradiciones y escuelas artísticas muy diferentes unidas por el ansia de Timur de monumentalidad y lujo, y surgió un particular estilo internacional: el estilo del reino timurí. El imponente aspecto exterior de los edificios monumentales era entonces la característica principal. Los imponentes pórticos se convirtieron, por así decirlo, en una forma de arquitectura independiente y en una clase de signo externo de posición social” (Chmelnizkij, 2001).

El mausoleo está montado a partir de un conjunto de edificios previos consistentes en una madrasa y una janaqa (pequeño albergue) en torno a un patio cuadrado, usadas por peregrinos sufíes. “Cuando en el año 1404 murió el nieto preferido del emir, Pir Muhammad, se construyó en su honor un mausoleo en el tercer lado, frente a la entrada. Más tarde se convirtió en la última morada de Timur y de sus descendientes” (Chmelnizkij, 2001). El recinto sepulcral es de planta cuadrangular rematado por una cúpula redonda que se apoya sobre la redondez que confiere una sección octogonal conseguida a base de pequeñas bóvedas truncadas (trompas) en las esquinas.

Sobre este artificio arquitectónico se asienta una sección cilíndrica (tambor) que sirve para realzar el conjunto abovedado. Por lo general, se aligera mediante vanos que permiten la entrada de luz, normalmente atenuada con celosías o coloreada con vidrieras.

El tambor admite decoración en su exterior. Normalmente acoge escritura y ornamentación. En este caso, el mosaico de azulejo policromo es el ornato que se usa para el embellecimiento e impermeabilización del conjunto.

Como remate, una cúpula de transición entre ojiva y bulbo que además es estriada. Aumenta así su complejidad y belleza, porque al efecto del azulejo multicolor une el del relieve con sombras y brillos acentuados que sirven para atraer la mirada.

En su interior, una constelación de muqarnas (estalactitas) y una decoración dominada por el dorado que generan cuatro kilos de oro en láminas le convierte en un lugar suntuoso con destino al reposo eterno. Muy en la línea faraónica e islámica de la vida en el más allá.

Desde este lugar, la plaza de Registán queda muy cerca y se puede ir caminando apenas quince minutos.

La llegada, aunque esperada por su afamada imagen, no deja de ser impresionante. El lugar contiene ese vacío que atrapa al visitante y succiona consciente y subconsciente. Aunque no es contemporánea del gran Timur, si que mantiene el espíritu de suntuosidad iniciado por aquel.

Inicialmente era una plaza pública constituida como centro de la nueva ciudad que emergió tras la demolición de la antigua por la conquista mogol del año 1220. De allí irradiaban los mercados y la vida social de la misma.

Fue su nieto Ulugh Beg quién iniciara la remodelación de la misma poco después de la muerte del primer soberano timurí. Frente a la orientación religiosa dominante de la etapa anterior, el nieto se enfoca más sobre la arquitectura profana.

La dedicación al conocimiento y el saber terrenal son su obsesión. Varias madrasas y el observatorio astronómico de Samarcanda son su mejor legado constructivo.

La finalización del conjunto se produjo dos siglos más tarde, ya sustituida la dinastía timurí por la shaybaní de origen uzbeco (turco-mongoles nómadas de las estepas kazajas). El gran caravasar que daba servicio al mercado fue sustituido por el actual conjunto Tilla Kari, el edificio de mayor tamaño de los tres.

Además de madrasa alberga una gran mezquita (mezquita del viernes) como solía ser usual en las grandes ciudades islámicas en el entorno del centro social del conjunto urbano. En este caso, algo lógico al haberse producido el colapso de la gran mezquita de tiempos de Timur.

El interior de la mezquita Tilla Kari (la trabajada con oro), hace honor a su nombre y se asemeja mucho al estilo dorado utilizado en el mausoleo de Gur-i-Mir. La visita al conjunto monumental está regulada y tiene un precio de acceso de 50.000 uzs, (unos 4 euros), más otros 30.000 como canon para el equipo fotográfico.

La proximidad física entre la gran mezquita del viernes y el mercado en tiempos de Timur, confirma la importancia de la zona en aquellos tiempos. Contemplar cómo la práctica totalidad se ha perdido o se encuentra en ruinas, resulta de lo más desalentador.

Como todo aspirante al poder grandioso Timur también quiso tener su templo, basílica o en este caso mezquita con la que poder justificar la conexión divina que legitimaba su gobierno terrenal. En el islam, la mezquita del viernes es en la que se pronuncia la jutba en nombre del soberano, reafirmando su razón de ser.

Tras su hostil avance hacia la India Timur hizo construir desde 1399 hasta 1494 en Samarcanda una de las mezquitas más grandes del mundo: la mezquita del viernes conocida como Bibi Janum.” (Chmelnizkij, 2001).

La construcción no sólo destacaba por sus dimensiones colosales sino también por su suntuosidad y la calidad de los materiales empleados.

Una característica todavía más llamativa de la arquitectura imperial timurí es su polícromo y resplandeciente recubrimiento de mosaicos de fayenza que revestía el ladrillo como una envoltura brillante.

Todo lo contrario había sido característico de la arquitectura de la época precedente de los siglos XI y XII: el esteticismo del ladrillo y de la construcción, el natural matiz amarillento del ladrillo y la terracota, y la conservación de la clara tectónica arquitectónica también en la decoración. Sin embargo, los edificios construidos bajo Timur estaban, por así decirlo, cubiertos, de tal manera que la estructura constructiva dejaba de ser visible (Chmelnizkij, 2001).

Sus dos iwanes, uno en el pórtico de acceso al patio y el otro al recinto de oración, son también descomunales, causando sensación impactante al aproximarse a ellos. Contemplando fotos antiguas del estado en cómo quedó tras el terremoto de 1897 se aprecia claramente que el alcance de la restauración es casi total.

El afán por la monumentalidad dio lugar a edificios de proporciones nunca vistas y después jamás alcanzadas. Características de la arquitectura imperial en vida de Timur eran las proporciones gigantes y el lujo excesivo de la decoración, que no estaba relacionada con la construcción del edificio, sino que estaba meramente aplicada. Sin embargo, el agrandamiento automático de las dimensiones, como se ve claramente en el ejemplo de la mezquita de Bibi Janum, causó complicaciones técnicas” (Chmelnizkij, 2001).

De la mezquita de Bibi Janum sólo se conservan las ruinas, aunque ya empezó a desmoronarse antes de que pudiera ser acabada. La presión de la gigantesca masa de ladrillos era demasiado grande, y la cúpula, demasiado alta, aguantó tan poco las sacudidas de los frecuentes terremotos como los arcos sobre las finas columnas de mármol. Se evidenció que las viejas técnicas de construcción no se podían aplicar en un edificio de gigantesco tamaño, y que además,los arquitectos extranjeros no estaban familizarizados con los fenómenos naturales locales.” (Chmelnizkij, 2001).

En las inmediaciones de Bibi Janum se empieza a sentir la sensación de unidad, de antigua medina, que uno anda buscando. Cruzando la vista en sentido contrario, se divisa la cúpula color turquesa del mausoleo de Bibi Janum.

En un horizonte no lejano, al dirigir la mirada en dirección noroeste se aprecia la fachada de acceso y muralla perimetral de Shah-i-Zinda anexa a la gran maqbara (cementerio) de la ciudad justo al lado de la elevación que sostuvo la antigua Afrosiab.

En distancia intermedia, el mercado principal de la ciudad, el Siyob Bazaar. Una auténtica decepción. Ni siquiera tiene el incipiente sentido armónico y arquitectónico del ya visitado en Tashkent. Ningún atisbo histórico de la Samarcanda comercial vinculada a la ruta de la seda, salvo el dinamismo propio de este tipo de lugares.

Por último, el recinto funerario de Shah-i-Zinda, también conocido como Calle de los mausoleos. Considerado por algunos locales como la mejor muestra artística de la ciudad que se mantiene en pie.

Cuando se inicia la visita la ubicación elevada y la escalera de 40 peldaños ya denotan un cierto rito iniciático y místico. La entrada, está flanqueada por una pequeña galería cubierta con techo y columnas de madera labrada al más genuino estilo persa.

La subida es prácticamente contínua y da acceso a una calle lineal flanqueada por paramentos verticales que no son sino el iwan respectivo de cada uno de los mausoleos. La mayor parte de ellos están lujosamente decorados con revestimiento de azulejo, caligrafias y figuras geométricas que les confieren de una gran armonía y enorme belleza.

Aquí se encuentran enterradas gran parte de las mujeres pertenecientes a la familia de Timur. El soberano no quiso escatimar en atención a esta parte de su familia en cierto equilibrio con el dedicado a su nieto preferido y a su propio enterramiento.

Se cuenta con tono de leyenda que un primo del profeta Muhammad, Kusam ibn Abbas murió en esta colina y yace también en uno de los recintos de mayor complejidad que se encuentran en toda esta necrópolis.

Bajo un calor también inesperado se acaba así con lo más interesante de la ciudad. El observatorio de Ulugh Bey queda alejado de la zona y por las referencias que hay, sólo queda de él un gran segmento circular de lo que fue su planta original.

BUJARÁ

A Bujará se llega por el mismo medio que a Samarcanda, hora y media de tren en el TALGO de fabricación española. En esta ocasión, tengo la suerte de coincidir con la Feria de la Seda y las Especias. Algo que incrementa el aliciente si lo que se busca es un ambiente histórico y cultural.

La ciudad se encuentra en una mediana depresión de 30*70 km2 de extensión donde el río Zeravshan forma una enorme vega dejando prácticamente allí sus aguas en forma de regadío unos 70 km antes de llegar a su unión con el gran río Amu Daria.

Una magnífica ubicación para haber sido diseñada como ciudad-jardín tal como lo es Isfahán y muy acorde con la simbología musulmana, que suele impregnar casi todas las manifestaciones de la vida humana y sobre todo, de la vida urbana.

Puede que sea su antigüedad, puede que haya preponderado su carácter comercial y defensivo. Bujará forma parte de la genuina Jorasmia y fue capital de la región durante varias ocasiones, en el período Shaybaní tras la conquista por las tribus uzbekas que desplazaron a la dinastía timurí.

En su faz urbana, existe una interesante mezcla entre la arquitectura de ladrillo desnudo y el mosaico esmaltado. Una combinación entre el arte antiguo del Jorasán con la arquitectura mesoriental que prosperó tras la desaparición de la influencia grecolatina y el arte persa más refinado de los primeros selyúcidas y los shas del Jorezm.

La alta montaña traduce así sus condiciones extremas para la vida con recatada parquedad arquitectónica mientras que el próspero regadío y la ganadería de llanura genera excesos transformados en ornato y belleza desorbitada en multitud de manifestaciones humanas.

El acceso a Bujará marca vibraciones en línea con las expectativas. Las primeras edificaciones tradicionales tienen un aspecto bastante similar a las tradicionales del desierto iraní como las conocidas en Meybod.

Al comienzo del recorrido por el casco antiguo el canal Shakhrud se hace visible y emerge con él la idea de ciudad jardín. Su conducto (as saqya), encajado con paramentos artificiales de piedra marca la traza general del recorrido principal de la ciudad antigua. Jardines y arbolados le acompañan en este primer metraje urbano.

Aparentemente es una infraestructura de abastecimiento urbano al más puro estilo acueducto, aunque sus grandes dimensiones hacen sospechar de un canal de riego con los que el Zeravshan se desvanece de forma generosa infiltrándose en las numerosas huertas de la vega circundante.

En el trayecto urbano, algunos estanques con la típica factura hindú se ubican a cielo abierto como aljibes de agua disponible para el uso humano. Los bordes escalonados permiten el acceso fácil hasta la lámina de agua. Aunque no están tan elaborados como los que existen en Rajastán.

En su momento dejaron de usarse porque eran un foco de contagio para patologías infecciosas.

El paseo en Bujará se inicia por el entorno de uno de aquellos estanques, el Lab-i-Hauz, el más grande de los que aún se conservan. En su periferia se encuentran la madrasa Nadir Divan Begi, de proporciones medias, según el patrón visto hasta entonces, unos 50*50 m² en planta, con una fachada característica adornada con mosaico de azulejo. En su frente, se encuentra una Janaqa (Khanqah), edificio destinado en su día para alojar peregrinos sufíes. Los edificios de este tipo se encuentran ya casi desaparecidos, por lo que no deja de ser una singularidad.

En el lado norte de la plaza se encuentra la madrasa Ko’kaldosh, la más grande de toda la ciudad. Con sus 77*58 metros de planta ocupa tanto como algunas de nuestras facultades modernas, si bien tiene solamente dos plantas.

Su estilo y belleza de fachada es similar a lo usual en este país, siguiendo el modelo persa, pero con paramentos de ladrillo visto y escasa decoración de azulejos en el paramento superior del cada arco, incluido el iwan de la entrada principal.

Siguiendo la calle del canal se abre un amplio pórtico con arco rematado por una cúpula. Es Taq-i-Sarrafan, la cúpula de los cambistas. Es un antiguo bazaar que se distribuye a partir de esta cruce cubierto por cúpula octogonal de ladrillo, rematada por una linterna, pequeña torre con aberturas para la luz.

A partir de este espacio central se reparten pequeños locales comerciales individuales, cubiertos también por pequeñas cúpulas de ladrillo. La particularidad de la cúpula principal es que está sostenida por cuatro robustos arcos de ladrillo cruzados que no están revestidos.

Esta zona indica ya una antigua área comercial de la que aún se conserva un antiguo caravasar (Nugay caravanserai) que mantiene sus rasgos y construcción original. Aunque un poco abandonado, se mantiene bien conservado y convertido funcionalmente en un zoco de artesanos y artistas gráficos.

Hay algunos más que debieron estar conectados interiormente en su día, para actividades comerciales, al modo de los grandes bazares iraníes, pero actualmente se encuentran fuera de servicio y sin posibilidad de acceso.

Esta zona comercial se extiende hacia el norte, donde se puede apreciar una enorme explanada que presenta restos arqueológicos de un complejo arquitectónico formado también por un caravanserai y unos baños públicos. Un poco al margen, hacia el este, se encuentra la mezquita Magok-i-Attari que es una de las más antiguas que se conservan en Bujará.

En su ala situada al oeste se mantienen las trazas de lo que debió ser esta enorme área comercial con la presencia de dos caravanserai que aún permanecen en pie. El Ahmadxon y el Ulug Beg Temoq-i-furush.

Aquella gran plaza te dirige hacia Taq-i-Telpak Furushan, (cúpula de los vendedores de monedas), que parece diseñada como un embudo para atraer allí el sentido de todos los viandantes. De hecho se dispone en modo radial dirigiendo accesos hacia todas direcciones.

 

El conjunto monumental se va así enlazando. Algunos edificios como estos, siguen manteniendo su actividad original, aunque ahora más orientados hacia el mercado de turismo con la venta de souvenirs y productos tradicionales vinculados a la Ruta de la seda.

El vial norte de esta cúpula, da salida a la zona monumental más importante que se remata al final por otra cúpula comercial Taq-i-Zargaran, la cúpula de los orfebres, otro bazaar de factura similar a los anteriores, aunque más pequeño.

Este funciona como nodo que establece un brusco cambio de dirección en la calle principal con sentido plenamente ortogonal.

Hacia levante queda el complejo de formado por la pareja de madrasas Ulug Beg y Abdulaziz Khan, que sobresalen entre las más imponentes de la ciudad.

Hacia poniente se presenta el conjunto más icónico de toda la ciudad y casi del país, con permiso de la plaza Registán de Samarcanda.

La mediana plaza que conforman la mezquita Kalân, (una mezquita de asamblea o del viernes) y la madrasa Mir-i-Arab está regentada por la torre Kalân, Minara-i-Kalân, el gran minarete.

Con sus 49 metros es el más alto del país y uno de los más altos de toda Asia. Su factura en ladrillo sin revestimiento le da un aspecto austero y sobrio, acentuado por su arquitectura cónica y la ornamentación lograda simplemente con el manejo del ladrillo y el propio diseño del remate final.

Sus numerosas ventanas se ofrecían al horizonte como oteaderos y como referente luminoso.

Sólo cabe suponer cual era la finalidad de estas torres. Algunos edificios como la torre de Kalan, en Bujará, se construyeron cerca de las mezquitas y servían de alminares; pero esto no se ajusta a la mayoría de ellos. Tenían que propagar donde fuera posible el poder del nuevo soberano, ya que a menudo llevaban el nombre del constructor.

Algunos de esos edificios pudieron servir de faro o para señalizar un itinerario, como quizás el del pueblo de Kirat al este de Irán, cerca de la actual frontera con Afganistán. Serán muy importantes como faros para las muchas caravanas que cruzaban la zona camino a la India y al interior de Asia hacia Irán e Irak, las torres, visibles dede lejos, anunciaban la presencia del islam y la religiosidad de su creador” (Blair & Bloom, 2001).

La elevada altura que tiene y su desconexión temporal (1127) con el edificio religioso (finales del s. XV) que tiene a su pie, confirma que su función no era la de convocar a los fieles en el seno de la mezquita.

La gran mezquita Kalân recibe su nombre tanto por la proximidad de la torre como por ser la mayor de la ciudad y una de las mayores del país. Sus dimensiones son similares a la de Bibi Janum en Samarcanda. Pero su estado de conservación es mucho mejor y su funcionalidad sigue activa.

Es uno de los lugares donde se mantiene más estricta la observación del recato, no permitiéndose el acceso con partes descubiertas del cuerpo (piernas o brazos, ni escotes acentuados).

La madrasa Mir-i-Arab (la madrasa de los árabes) es la más suntuosa de toda la ciudad y la mejor conservada de la ciudad. Sus dos cúpulas ojivadas cubiertas del clásico revestimiento color turquesa y levantadas sobre tambor también revestido por azulejo policromado, le dan un aspecto muy elegante y señorial.

Continuando el recorrido en esta ocasión la avenida se encuentra ocupada por la feria de la seda y las especias, con comerciantes que han ocupado ambos flancos con los tenderetes donde ofrecen sus productos.

El calor de estos días es tremendo. La gran amplitud térmica que tiene este país, así como la razón de ser de sus desiertos, es meramente adiabática. El paredón montañoso que supone “el techo del mundo” (Pamir), funciona como barrera que evita la llegada de los vientos monzónicos y sus lluvias desde el Índico.

Con varias elevaciones por encima de 7000 m de altitud (pico Ismail Samani, 7495m) impone un gélido dominio en el que las humedades oceánicas se convierten de por vida en estrellas heladas. El aire indomable, prosigue su curso y se comprime en el descenso con el enorme salto que supone llegar por debajo de los 200 m de altitud en que se ubican Bujará y las estepas uzbekas.

El efecto tórrido que genera ese aire seco, es bien conocido por los hispanos al que dan distintos nombres como “terral”, “tramuntana” o “solano”, con temperaturas que rebasan los 40ºC en período estival.

El volumen anual de precipitación ronda los 200 mm en estos lugares. Un régimen totalmente estepario.

El recorrido nos lleva hasta los arrabales de la ciudad antigua donde se encuentra la fortaleza principal, el Arq. Presenta como curiosidad su fábrica efectuada completamente con ladrillo, así como su estructura de lienzo marcadamente convexo. Algo que no se encuentra en las murallas de occidente.

Es probable que este perfil abombado de los muros tenía como finalidad dificultar su asalto con escalas o la aproximación de ingenios torre que permitieran establecer fácilmente una cabeza de puente por la que acceder al interior.

En la actualidad tiene únicamente uso turístico y en su interior se encuentran algunos museos sobre artes decorativas e historia de la ciudad.

Enfrente de la gran explanada que guarnecen estas murallas barrigonas se encuentra la mezquita de Bolo Hauz llamada así por estar situada al lado de otro gran estanque de agua.

Aunque es de tamaño medio y nada ostentosa presenta sin embargo una galería en su fachada principal que la cubre por completo. Está soportada por una doble fila de columnas de madera y construida al más puro estilo persa de Isfahán, con fustes asimétricos labrados, bases que desafían al equilibrio gravitatorio y capiteles de muqarnas policromados como si fuesen cerámica esmaltada.

Un ejemplo de refinamiento y nivel económico de su patrocinador.

Otros monumentos interesantes de la ciudad, al margen de alguna que otra madrasa más son la fuente de Job (Chashma Ayub), el mausoleo de Ismail Samani, fundador de la dinastía samánida (s. IX-X) y la madrasa de Chor Minor, que se encuentra en el otro extremo de la ciudad.

Chor Minor presenta la singularidad de ser pequeñita pero a pesar de eso, su arquitectura interior merece por el trabajo en ladrillo, y la exterior por los cuatro alminares que presenta, con singulares cúpulas de cerámica esmaltada en color turquesa y ornato figurativo a base de ladrillo desnudo o esmaltado.

JIVA

Jiva es una ciudad pequeña actualmente que se encuentra a unos 400 km al noreste de Bujará, en el valle del río Amu Daria. La antigua Jwarizm dio nombre a la región de Jorasmia y actuó como su capital hasta ser desplazada por Urgench, a orillas del gran río.

Con apenas 100 m de altitud es la región más baja de todo el Asia Central, con excepción del entorno del mar Caspio, lo que da origen al mar de Aral, como cuenca endorreica abastecida antiguamente por los ríos Amur Daria y Sir Daria.

Actualmente ambos cursos fluviales están secuestrados y retenidos en los numerosos canales que reparten sus aguas para mantener cultivos de regadío variopinto.

El trayecto a Jiva consume unas siete horas en tren desde Bujará. Hacemos el viaje en vagón litera de primera clase. Idénticos a los que conocí en España hace unos 40 años. En visita al vagón restaurante atravieso los de segunda clase.

La diferencia es abismal. Un gentío apelmazado sin apenas intimidad que me revive recuerdos de la India. Preferí no hacer fotos por simple cuestión de dignidad.

La llegada a Jiva tras el amanecer sorprende por la cantidad de regadío que circunda el paisaje y por el descenso de temperatura inesperado. Las previsiones eran un aumento progresivo a medida que se aproxima el entorno del Caspio.

Sin embargo, la diferencia con los días de Bujará, se acerca a 15ºC por debajo de aquellos registros. Tal vez el entorno humedecido del enorme valle que riega el Amu Daria pueda ser la causa de ello.

El Amur Daria proporciona riego a una enorme extensión que rebasa los 2,5 millones de hectáreas. Imagina una vega con la cabida de las provincias de Córdoba y Sevilla juntas. En ese orden de magnitud, viene a ser un enorme oasis, un ingente lago vegetal del que pueden esperarse otras condiciones bioclimáticas.

La capital de Jorezm en la tardía edad media, posee una larga historia, pero los edficios más antiguos aquí conservados proceden del siglo XIV. Los muchos edificios monumentales que otorgan a esta bella ciudad su característico aspecto medieval se construyeron incluso en los siglos XVIII y XIX, cuando Jiva resurgió de las ruinas tras un largo período de decadencia política y económica” (Chmelnizkij, 2001).

Jiva presume la que más de pertenecer a la Ruta de la Seda. En ninguna otra parte del país se encuentran tantas referencias ni homenajes. Sin embargo, se encontraba bastante desplazada de la trayectoria del sur, cuyos referentes principales eran Alejandría Escate, Ferghana, Samarcanda y Bujará, dentro de un radio cercano.

Jiva y Urgench se ubican en la salida de la ruta que bordeaba el desierto de Taklamakán por el norte y atravesaba los montes Tian Shan por el paso de Torugart para cruzar finalmente el gran área desértica del Kyzil Kum hasta la orilla del Amu Daria.

La Jiva monumental se enmarca en el área interior de la muralla que circunda a Itchan Qal’a, de aspecto muy similar a la que conforma la ciudadela de Bujará.

El conjunto histórico artístico reúne tal vez la mayor densidad monumental de todo Asia central. Algunos palacios y multitud de madrasas configuran el espacio urbano que casi parece una ciudad universitaria. Caravasares, mezquitas y algún mausoleo completan el repertorio arquitectónico.

Tal es así, que el pase al conjunto es general. Un solo ticket de acceso para la visita a la mayor parte de los monumentos, con excepción de la muralla y el alminar Islam Xo’ja. En definitiva, todo un parque temático sobre la arquitectura del ladrillo.

Tras cruzar la muralla por la puerta de poniente, Ota darvoza, se encuentra a la izquierda el muro de tapial de Kuna Ark, la antigua ciudadela de los janes con el palacio de Kurinysh Jan, el arsenal y la casa de la moneda.

A la derecha, aparece la madrasa de Muhammad Amin Jan, la más grande y espectacular de toda la ciudad. Con sus dos pisos, resulta imponente, una vez que se consigue encontrar la distancia adecuada para apreciar su gran iwan y las oquedades de su fachada principal decoradas con mosaico de azulejo.

En su entorno, se encuentra el Kalta Minar (torre inacabada), una torre de grandes pretensiones que según leyendas, quedó a la mitad. Su recubrimiento cerámico y las dimensiones de su base hacen intuir la monumentalidad del proyecto que acabó frustrado.

Más adelante se encuentra la Mezquita mayor o Mezquita del viernes (Yumu’a), una singular construcción que tiene aspecto alto medieval por su oscuridad, la escasa altura de su techo, la simplicidad constructiva y el bosque de columnas que recuerda a la Gran Mezquita de Córdoba.

Es la única en su estilo que he visto en el país y en todo el arte islámico. Su oscuridad y simplicidad no son usuales. Las columnas de madera, de claro estilo persa parecen desafiar el equilibrio bajo un único punto de apoyo sobre una basa irregular de piedra caliza con la que contrastan marcadamente.

El techo, muy simple es una traba de vigas sin adorno y sin apenas levantar un ángulo del perfil horizontal que marca la traza principal. Sólo dos aberturas medianas, en modo ojo patio introducen la luz en el conjunto que tiende a ser marcadamente lúgubre y sombrío.

El complejo palaciego de Tash Kauli es otro de los referentes monumentales. Residencia de los janes de Jiva está actualmente convertido en un museo costumbrista con piezas originales de la época relativas a la vida en palacio de aquella época.

Resalta mucho la combinación arquitectónica de las estancias en ladrillo sin revestimiento con los patios dominados por salas de trono ricamente adornadas con paramentos totalmente revestidos de azulejo.

La sucesión de madrasas en este pequeño recinto urbano es abrumadora. Su visita reposada da lugar para ocupar un par de días.

Fuera de aquí, la ciudad moderna apenas merece interés. El mercado popular, bastante grande se encuentra a unos 3 km de distancia al norte. Su aspecto desordenado y errático no se desvía mucho de un mercadillo de pueblo en nuestro ámbito. Pero aquí, las dimensiones son colosales (unas 3 ha de extensión).

DESIERTO DE KYZIL KUM

Ofertado como una atracción tradicional, la visita al desierto de Kyzil Kum con pernocta bajo yurta se imagina tal que un contacto con la vida nómada tradicional que caracteriza a los hombres libres, los kazaj de las estepas y los desiertos centroasiáticos.

Nada más lejos de la realidad. La visita al campamento de yurtas de Ayaz Qal’a, en las inmediaciones del lago Ajchakol, merece calificativo cercano a fraude. Desconozco el trasfondo publicitario que tiene pero nada más alejado de lo que es la vida esteparia.

Dos hileras de yurtas fijadas al suelo con pavimento de hormigón ya anuncian que aquello no tiene nada de tradicional. Algunas incluso disponen de dispositivo para aire acondicionado. Una caseta de piedra y precario aspecto junto a un par de corrales donde se alojan algunas cabezas de camello bactriano y dromedario es la mayor aproximación pastoril que puede hacerse de este entorno.

Sin embargo, una señora bastante espabilada nos recibe nada más llegar ofertando varias cuestiones bajo tarifa a precio de turista. Bebidas, comida, desayuno, espectáculo de música y danza…. El precio de la pernocta por persona es de 25 euros, la cena 5. Algo que a priori parece bastante desproporcionado. Los servicios son comunes y bastante deficientes.

El atardecer en el desierto tiene su puntito espectacular, pero muy similar al de otros paisajes similares. El único valor real del lugar es la proximidad de la fortaleza Ayam Qal’a como baluarte que pudo ser para garantizar la seguridad en esta banda fronteriza.

Toda una serie de bastiones de mayor o menor calado salpican el entorno (Kyzil Qal’a, Tuproq Qal’a, Kurgashin Qal’a, y otras).

En el recorrido el desierto es apenas una anécdota. Incluso la estepa de matorral. Lo que realmente se atraviesa es la zona de regadío del entorno de Urgench y el curso bajo del Amur Daria. Durante el mismo, se puede apreciar la capacidad agrícola de este país, los cultivos de morera, que aquí son desconocidos y sobre todo, el desastre que supone una mala planificación que fuerza el manejo de los recursos naturales más allá de sus posibilidades.

En un entorno extremadamente árido como este, con suelos arenosos o bastante permeables, el regadío supone una mala praxis que conduce hacia situaciones de salinización grave de los suelos.

La profusa red de canales para riego que existe se encuentra en gran medida abandonada por esta causa. Las llanuras de inundación se aprecian cubiertas por costra blanquecina de sal y la superficie de los suelos revestida por plantas halófilas como los tarajes (Tamarix sp.).

Una visita al lago y posible chapuzón prácticamente da por terminada la visita a este país. La llegada a Urgench es casi de trámite para tomar el avión que nos lleva de nuevo a Tashkent, donde pasar un día más antes del vuelo internacional de retorno.

Antonio Pulido Pastor
Tottori Trip

Dedicado a Carmen Navarro, por el día de su onomástica y muchas cosas más. A Macarena Ortiz, por si le sirve como introducción al país. A los compis de viaje, por hacerlo agradable y divertido. Al equipo profesional del Real Betis balompié femenino.

Referencias:
Blair. S. & Bloom J. (2001).- Los primeros imperios de Oriente: gaznauíes y guríes, pp. 329-345 in El Islam: arte y arquitectura, Markus Hattstein y Peter Delius (eds.), Editorial Könemann. Colonia
Chmelnizkij, S. (2001).- Asia central: timuríes, shaybaníes y principados de kanes, pp. 416-425 in El Islam: arte y arquitectura, Markus Hattstein y Peter Delius (eds.), Editorial Könemann. Colonia
Frankopan, P. (2016).- El corazón del mundo. Una nueva historia universal. Editorial Crítica. Barcelona
Guénon, R. (2001).- Autoridad espiritual y poder temporal. Editorial Paidós Ibérica. Barcelona
Hattstein, M. (2001).- Asia central: timuríes, shaybaníes y principados de kanes, pp. 407-415 in El Islam: arte y arquitectura, Markus Hattstein y Peter Delius (eds.), Editorial Könemann. Colonia
Hobson, J. M. (2006).- Los orígenes orientales de la civilización de occidente. Editorial Crítica. Barcelona
Vaughan, Ph. (2001).- India: sultanatos y mogoles, pp.453-489 in El Islam: arte y arquitectura, Markus Hattstein y Peter Delius (eds.). Editorial Könemann. Colonia