África, el continente olvidado
África, conocida como cuna del género Homo, no deja de ser una paradoja que un territorio tan antiguamente colonizado por el ser vivo más demoledor sobre la faz de la Tierra, siga siendo probablemente el más genuino y prístino todavía. En su extremo sur, las grandes ciudades sudafricanas son tal vez las más modernas del continente. En la orilla norte, por el contrario, las antiguas Menfis, Tebas, Elefantina, Asuán o Alejandría, son el paradigma y germen civilizatorio de Occidente.
Continente de grandes contrastes, en sus 30 millones de km² apenas existen montañas elevadas al nivel de nieves perpetuas, salvo el Kilimandjaro. Su estrechamiento ecuatorial hace que las selvas del Congo no sean tan grandes como las de Sudamérica, ni sus grandes ríos por ello tan largos y caudalosos, si bien el Nilo, con sus más de 6000 km que recorren medio continente, pasa por ser el más largo del mundo, y también el de mayor historia y relevancia en el desarrollo humano y cultural de Occidente.
Nos gusta decir que África, el continente sin frío, tiene un gran océano de arena, el Sáhara, situado entre dos mares de sal, el Atlántico a poniente y el Índico a Levante, con el que se ha dado la mano desde siempre con su vecina Asia a través de ese canal fácilmente navegable al que llamamos Mar Rojo.
- Bahía Dajla (Sáhara Occidental)
GAMBIA
Desde el punto de vista occidental acostumbrado a mirar al resto del mundo con óptica distanciadora, África es tal vez el continente sobre el que se ejerce la mayor desconsideración posible. Quizás sea por una cuestión racial o por una incapacidad real de sometimiento del mismo que finalmente lleva a generar un complejo de superioridad que permita distanciarse de él a modo preventivo y casi redentor. Es por ello que posiblemente sea el más desconocido también pese a que las relaciones afroeuropeas son tan antiguas como el hecho propio civilizatorio (Egipto es la cuna cultural del mundo mediterráneo), los intercambios comerciales y la cooperación militar entre huestes de aquella y esta parte del mar. Raramente nos enseñan más allá del desastre acaecido al reino de Carthago bajo la sumisión por Roma.
Sin embargo, África ha sido siempre eminentemente negra, algo muy ajeno a Europa a causa de la barrera sahariana, salvo el trasiego de oro y esclavos con el entonces llamado “Sudán”, la tierra negra. Al sur saheliano, el gran imperio de Ghana fue el dominante durante gran parte de la Edad Media. Finalmente escindido en el gran Mali al norte y la tierra de Mandi al sur esta última se extendería por la fachada Atlántica de los grandes ríos como el Siné-Saloum y el Gambia.
La vena fluvial convertida en país, el río Gambia, se adentra en el continente africano, sirviendo de vía de entrada a los portugueses desde su cercana base de Cabo Verde, que asaltaban el continente para extraerle el alma y encadenarla de por vida allende el mar, en la lejana América. Su paso a dominio inglés con posterioridad, le dio el distintivo anglófono que es exclusivo en la zona, una costa que portugueses y españoles consiguieron dominar hasta su declive a finales del s. XVIII. Posteriormente, el dominio inglés en la zona fue el elemento diferenciador que le proveyó de la actual anglofonía y marca separadora de su matriz territorial anterior. Observar un mapa con la elongación gambiana incrustada en el centro de Senegal permite llegar fácilmente a esa deducción.
- Kololi (Gambia)
- Kololi (Gambia)
La gran boca del estuario es un brazo de mar haciendo país. Toda esta tierra litoral es enormemente marinera. Las curvadas proas de sus barcazas, al igual que los drakkar vikingos se moldearon en empeñado combate cotidiano frente a las inmensas crestas oceánicas del Atlántico.
Cada tarde, la piel de los hombres y mujeres se uniformiza en la dura sombra al contraluz del poniente frente a la línea de playa a la que llegan a desembarcar el pescado cada uno de los cayucos que han estado faenando en el mar. A diferencia de la costa más al norte, esas oscuras sombras quedan adheridas a la piel de unos y otros de forma perpetua, sin la mezcla racial que se da en las proximidades del Sahel. Conociéndoles es fácil creer los postulados de Luisa Álvarez de Toledo, cuando asevera que los negros llegaron al continente americano antes que portugueses y castellanos, merced a esa capacidad marinera y a la facilidad que da la corriente marina anticiclónica que se genera al sur del alisio y que se adentra en mitad del gran océano.
Remontando el río, la tierra agrícola se muestra con las capacidades propias de los pobres suelos lateríticos dominando el regadío de hortícolas y frutales en las zonas de ribera o secano en las más alejadas, con vocación eminentemente ganadera en pastoreo extensivo. La estrategia de la tierra quemada sigue siendo usual aquí como herramienta renovadora cada año para adelantar el rebrote a finales de la estación seca. Mango, anacardo y cocotero son los principales cultivos arbóreos del país. En campo abierto, los baobabs, ceibas (árbol del algodón) y muchos otros son los dominantes en el paisaje.
Más al interior, el río aún mantiene viva la posibilidad de observar hipopótamos y cocodrilos en sus aguas, conduciendo al interior del más remoto terreno de Senegal, donde se encuentran sus fuentes. Recorrer este río es revivir los episodios esclavistas más famosos de la historia reciente que nos han llegado a partir de los Estados Unidos de América. La isla de Kunta Kinteh es la más famosa, casi en la desembocadura, pero algunas otras más al interior sirvieron como campamento intermedio al mas puro safari donde la pieza principal eran humanos tratados como animales en razón de su piel y su inferioridad militar. Ahora sin embargo, Europa, tierra que fue de emigración declarada hasta finales del s. XIX se muestra reacia a dar acogida a cualquiera que proceda de la otra orilla del mar que siempre nos sirvió como vía de comunicación y no como frontera de separación.
Nuestro compañero, Antonio Pulido estuvo viajando el pasado 2016 con la ONG Bushara «Asociación para el desarrollo de los países del Sahel» con el objetivo de impulsar la escuela que se construyó en Kembujeh así como prestar atención médica y odontológica gratuita en una clínica improvisada durante diez dias en el entorno urbano de Kololi.
MAURITANIA
Al país de Chingueti la gente del Mediterráneo que se adentró en él le llamó χώρα των μαύρων (Jora ton mavron), el país de los negros. El omnímodo poder de Roma se fijó con fuerza a la costa atlántica de poniente tras el rastro que dejaran fenicios y griegos, estableciendo bases importantes como Lixus en el litoral o Volubilis en las feraces campiñas interiores de las inmediaciones del río Lukos. Y llamó Mauritania-Tingitana a la provincia a poniente de África de la que también se enriqueció con sus salazones de pescado, cultivos de trigo y olivares. El tráfico de piel oscura con marca de esclavo siempre debió ser una constante. El agrícola y pecuariamente pobre desierto sahariano buscó su supervivencia en el comercio caravanero. Desde el s.V la domesticación del dromedario hizo posible navegar por el gran océano de arena. La actual Mauritania es el resultado del trazado postcolonial impuesto por Francia. Es algo que sus habitantes raramente entienden, principalmente porque ni siquiera es factible. Querer fijar las dunas arenosas es un absurdo del mismo calibre que querer dejar quietas las olas del mar, o en definitiva detener al viento. Ante un paisaje cambiante, resulta imposible reconocer límites territoriales. Por eso, los habitantes del Sáhara tienen sentido de pueblo común y se llaman saharauis. El nómada o badawin sólo conoce la gran jaima del cielo nocturno, por el que se guía y bajo el cual pone la lona de su tienda para resguardarse del sol inclemente y de la incomodidad de la arena que viaja con la brisa. El dromedario es su seguro de vida. Todo lo demás, son artificios.
El trópico de Cáncer es la línea imaginaria donde cambian los climas sobre el perímetro de la Tierra cuando nos movemos hacia el sur. Cambia el cinturón de altas presiones responsable de la sequía sahariana y se generan ritmos estacionales que permiten la aparición de vegetación arbórea y arbustiva. Ese cambio, es bastante repentino y notorio, formando un cinturón de praderas temporales arboladas al que se le da el nombre árabe de Sahil, la orilla, el borde del gran desierto, también de nombre árabe, Sahrá. Más al sur, el ámbito ecuatorial se va haciendo cotidiano e intenso permitiendo el mantenimiento y cría de ganado vacuno. Son estas vacas las responsables del ancestral tráfico de esclavos de esa zona que después se nombró en árabe como Sawdán, la tierra de los negros. Porque el ébano en la piel es el factor común a partir del mar de arena, el carácter mayoritario del hombre y mujer africanos. Y en las tupidas frondas guineanas aquellos siempre fueron cazados por otros hombres dándoles el valor de cosas o mercancía que se cambió por otros bienes necesarios, principalmente la carente sal que es tan necesaria para el sistema digestivo de los rumiantes. Y los hombres del Sahel, los navegantes saharianos tenían acceso a ella merced al juego de mareas en los estuarios atlánticos saharianos donde los cursos de agua no son sino extensas ramblas sin el enorme caudal de los ingentes ríos ecuatorianos. Es así como la genética guineana traspasó la inmensa barrera de fuego arenoso y los puso a merced de la esclavitud en el Mediterráneo. Roma se benefició de ellos y el Califato cordobés también fue grande a sus expensas.
El siglo X debió conocer una sobrepoblación importante en los confines intersaharianos o bien una crisis grave que empujara a sus tribus a invadir tierras del norte. Movidos por dogmatismo religioso se les conoció como al morabitun (almorávides) fundando la ciudad de Marrakush hacia el año 970. Cubierto su rostro por el luzum o velo también se les llamó mutalazimun (los velados) y llegaron a hacerse dueños del gran vacío cordobés que no había llegado a cubrir el reino de León en el año 1050 siendo desplazados después por sus casi congéneres, los muwahidun del Atlas magregí casi un siglo después.
Tras la conquista del Reyno de Garnata, la Intercaetera Papal de 1493 concede el expansionismo en las tierras de las Nuevas Indias al Reyno de Castilla mientras que retira a Portugal de sus avances en la Anti Ilha y lo restringe al Reyno de Fes. Es así como los lusitanos se afianzan en el Atlántico africano, que ya habían logrado traspasar en 1458 bajo la dirección de Nuno Vasco de Gama y les llevara a asentarse en Essaouira, Cabo Verde, Camerún Angola y Mozambique. La nueva aventura en el Atlántico de poniente retira la presión europea sobre la zona del Sahel, sobre todo tras el desastre sufrido por Castilla y Portugal en Alcazarquivir el año 1570 a manos de andaluces y marroquíes. Los portugueses desvían su interés hacia el comercio de esclavos trasatlántico desde las costas de Senegal a Camerún hasta la llegada allí de los ingleses a mediados del s. XVIII. No será hasta el s. XVII que Francia se llegue a la costa argelina para alimentar la guerra que los corsarios berberiscos mantienen con el reyno de las Españas. Será la antesala del colonialismo del XIX con el que Francia llegó a dominar todo África del norte.
Hoy en día Mauritania es uno de los países más pobres del mundo. Con apenas 4 millones de habitantes, la mitad de ellos se concentran en la capital Nuakchott, con una densidad de población que tal vez sólo sea inferior en países similares como Chad, Níger o Mali. Su riqueza en pescado es asombrosa y también en minerales. Todo ello codiciado y explotado por países europeos, principalmente Francia y Japón. Es un país fascinante para los viajes de aventura o naturaleza y en algunas de sus ciudades como Boutilmit o Wallata atesoran legado cultural andalusí muy interesante. Sigue siendo un país eminentemente musulmán y su lengua oficial es el árabe. Dada el contacto y presencia de etnias sur saharianas es frencuente también el pulaar y la lengua wolof más o menos comunes de norte a sur del país.
Si en alguna ocasión recorres el territorio en vehículo, poco después de la frontera mauritana, encontrarás una vía férrea en plenas arenas saharianas. Sobre estas vías discurre diariamente el tren más largo del mundo, que baja desde las minas de Zourat, en el norte hasta el puerto de Noadhibú con sus 300 vagones cargados de mineral de hierro para ser embarcados con rumbo a Francia. Mientras la bahía de Noadibhú es un cementerio de barcos oxidados, su puerto mineral desangra el país de materias primas que enriquecen la industria de otros países. Es la recurrente historia de la mayoría africana, sufriendo aún de forma directa las consecuencias del colonialismo del s. XIX. A día de hoy, pese a que a Occidente se le llena la boca de solidaridad y derechos humanos, este tipo de cosas no han cambiado
MARRUECOS
Existe la mala costumbre de creer que nuestro vecino del Sur, cuyo territorio conecta en el Estrecho de Gibraltar, es un país de reciente creación surgido tras el cese de la ocupación francesa y española a mediados del s. XX Sin embargo, pocos saben de la existencia de un Hassán I a finales del siglo XIX o que dicho país, al que suele gustar de llamarse al Magrib (el Poniente), toma su nombre tras la unificación lograda por los almorávides en el siglo X de nuestra era y la fundación de Marrakush como capital del mismo. Es precisamente a esta ciudad a la que debe el nombre con el que se le conoce dentro de nuestras fronteras.
Si aquén do mar existe cierto aire viciado contra lo islámico contra lo oriental, el sumum de la radicalidad en ese sentido se vierte sobre este vecino merced sin duda a los históricos enfrentamientos que a lo largo del tiempo han existido con él. Poca gente sabe también de la otra parte, la de colaboración, cuando el emirato de Córdoba llegaba hasta Fes o el de Marrakush tuvo capitalidad en Sevilla. Más de cuatro siglos de historia común que contribuyeron al enriquecimiento económico y florecimiento cultural de ambas orillas del que se llamó Mare Nostrum. Más allá de eso incluso, muchos andalusíes, ya en los siglos XVI y XVII se instalaron allí guardando aún en un bonito rincón de su memoria el cariño y anhelo por esta tierra que tuvieron que abandonar forzados por una persecución reglada que contradecía los acuerdos de Capitulación que llevaron a la anexión de la actual Andalucía oriental a gobernantes con asiento en la vigente capital de Castilla y León.
Apenas a 14 kilómetros de nuestra punta sur (at-tarifa) se abre una puerta a un inesperado mosaico de contrastes que van desde la humedad Atlántica que produce densos alcornocales, robledales, pinsapares y bosques de cedro en las montañas del Rif hasta el gran mar de arena (as-sahrá).
Desde el minuto 1, con la llegada a la tierra donde el mítico Hércules dejó su huella el visitante se encuentra con una de las grandes marcas de identidad del continente africano, las suaves e interminables playas del Atlántico, un enorme labio de suavidad aterciopelada con el que el África besa al gran océano de sal. Recorrer su borde es posible como una gran dorsal que lo atraviesa de norte a sur. Esa épica travesía conduce a lo largo de una interfase marina donde se encuentran asombrosos paisajes de dunas, playas y acantilados propios de una odisea, facilitando ampliamente el cruce del inmenso Sáhara.
Más al centro una geografía de grandes ríos caudalosos, vegas y fértiles campiñas nos llevan hasta la gran muralla montañosa que es la Cordillera del Atlas, la espina dorsal del mundo según los bereberes. Este enorme sistema montañoso de unos 3000 km de longitud tiene en Marruecos su máxima expresión, el Alto Atlas donde su cumbre máxima, el Toubkal (el que toca el cielo) con sus más de 4100 metros de altitud es el pico con la segunda cota más alta de todo el continente tras el Kilimanjaro. Visto desde el aire se aprecia claramente como constituye el límite que marca la separación entre el clima húmedo del norte y el desértico del sur.
A este enorme mosaico paisajístico y geográfico hay que sumar el etnológico. Recorrer el vecino país del sur es viajar en el tiempo. Casi debiera ser un obligatorio ejercicio de vecindad con el fin de disipar prejuicios impregnados tradicionalmente desde muchos ámbitos de nuestra vida. Tánger, Tetuán, Chefchaouen y Asilah son los referentes ya clásicos que han contribuido al cambio de mentalidad en gran medida. Pero bajar a Rabat, Meknés, Fes o Marrakech es encontrarse también con gran parte del pasado histórico común con nuestra tierra y todo un ejercicio de intercambio cultural así como un regalo para los sentidos. El exotismo de la comida, el olor y sabor del té con hierbabuena, los bullicios y olores en los zocos, la policromía geométrica de los mosaicos, la lejana distancia con el vestir…
Un destino que no debes dejar pasar… Recuerda, ¡¡tan solo a 14 kilómetros!!