El mar se estremece en marejada cuando Poseidón susurra desde su abismal morada. Su aliento remoja la cortina costera del continente y se disipa al elevarse por las laderas de la gran montaña. Ya en su cabecera, se convierte en guirnalda blanca coronando la amplia testuz de su rocosa calva. El húmedo sortilegio de esta alquimia cristalina y vaporosa, retorna de nuevo en agua, refugiada en la retícula profunda de sus entrañas. Lentamente dosificada o como torrente desbocado, corre al liberarse en busca de lo que antaño fue, su adorada patria.

LANJARÓN, EL PUEBLO QUE PUSO NOMBRE AL AGUA

Uno de los escasos pueblos de España que no requiere presentación es Lanjarón, ubicado en la luminosa comarca de la Alpujarra de Granada. Su fama procede de sus aguas. Pero puede que pocos sepan que, tal vez sea el único lugar donde la magia del agua se manifiesta en todas sus formas. Niebla, lluvia, nieve, hielo, laguna, arroyo, acequia, manantial, fuente, balneario y embotellada.

Cuentan algunas crónicas que no hay constancia de ocupación humana hasta el siglo XIII, cuando un grupo de colonizadores bereberes se asentaron allí, asegurando que fueron aquellos quienes originaron el topónimo “al lancharon”, lugar de manantiales en árabe. El nombre, que no tiene ninguna vinculación con el vocablo (‘ayun), procedería de arabizar la voz prerromana “lancha”, alusiva a lugar con muchas fuentes y charcas.

Cierta vez estando en Marruecos, un erúdito profesor universitario, de ascendencia andalusí, con apellido Harrak de la antigua Estepona, me dijo que dicho topónimo efectivamente procedía del norte de Marruecos, y que hacía alusión a habitantes procedentes de la comarca de la Lamŷara, cerca del borde rifeño.

El topónimo debió ser tardío, porque no aparece en la relación de medinas y alquerías más conocidas del último reducto andalusí (Jiménez Mata, 1990), lo que resulta más que curioso, siendo aquella topografía tan bien conocida e historiada al menos en su fase final (Ibn al Jatib, 1360).

A nivel particular soy más partidario de las tesis que llevan a considerar el reyno de Garnata como un territorio tendente a la sobrepoblación (Ladero Quesada, 1989) a causa de la inmigración de personas procedentes de la progresiva reducción del territorio andalusí por el empuje castellano y aragonés a partir del siglo XIII (caída de Qurtuba en 1236, de Yayyán en 1246 y de Ixbiliya en 1248), comprimiendo el territorio desde la frontera de Sierra Morena (Fahs al Ballut) hasta las montañas Béticas (Yabal Az Zagra).

Tal presión demográfica fue haciendo necesaria la creciente demanda de víveres, trasponiéndose al aprovechamiento agrícola y ganadero preferentemente dentro de una autarquía de supervivencia. “Muchos autores han subrayado cómo Granada hubo de aumentar las fuentes de riqueza agraria y mercantil para hacer posible su supervivencia. El esfuerzo realizado en el terreno agrícola fue manifiesto y es muy posible que la conquista y repoblación castellanas, así como la posterior expulsión de los moriscos, produjeran cierta degradación de la vida agrícola” (Ladero Quesada, 1989).

Los andaluces habían mostrado ya una profusa habilidad para el aprovechamiento del agua y su uso en regadío agrícola (García Sánchez, 1995), algo que queda de manifiesto a lo largo de todo el territorio que estuvo alguna vez bajo su administración y control. Especial repercusión tuvo en los territorios de montaña donde la red hidráulica de captación, contención y distribución aún causa sorpresa y admiración en muchos lugares.

La montaña es un sistema de alta resiliencia que amortigua las graves situaciones de crisis. Un vaso de expansión frente a situaciones de alta necesidad que se contrae en momentos como los actuales de reducción demográfica y alternativas menos exigentes (Gómez Moreno, 1989)

Este sistema de aprovechamiento de la tierra permitió forzar el cultivo sobre muchos territorios, con la puesta en producción de lugares anteriormente ocupados por la silva romana como provisión de pastos y leña.

En cada valle, la línea de vida estaba marcada por la altitud de la captación o toma (azud) y el efecto de la gravitación sobre la conducción principal (saqya min al qarya), la acequia del pueblo. Si ŷabal al-auqab (Sedella, Málaga) terminó conociéndose como Cerro Albucaz, xarra al-mihŷara como Sierra Almijara o al mutawasita (la de enmedio) como Almócita, la deformación hasta acequia de careo parece mucho más sencilla y asimilable.

Esta línea hidráulica marcaba la altitud máxima del aprovechamiento, puesto que los mecanismos de elevación (an naura) no se usaron para conseguir altura. Era por tanto un sistema rígido que implicaba la saturación del mismo en algún momento a causa de sobrepoblación. En esas circunstancias, se imponía la emigración y la ocupación de nuevos territorios (Barceló et al., 1996).

Esa es la explicación de muchas de las toponimias presentes en la montaña andalusí. Ibnā, plural de Ibn (hijo) viene a tomar el significado equivalente a “la familia de…”, que posteriormente, tras la ocupación castellana y la modificación del idioma, se reduce a un simple “los” e incluso “lo”.

Así muchos topónimos de las serranías levantinas o béticas (Benalmádena, Benalauría, Benarrabá, Benadalid, Benaescalera, Benamahoma, Benahadux, Alpandeire, Benisa, Benimaurell, Benichembla, Benirrama, Lo Zupide, Lo Morfi, Lo Palma, Lo Mota, Lo Burgo), y también los regidos por una kunya indicadora de origen con el prefijo Abu-l, reducido posteriormente a un simple Bu (abu-l-xarra, Buxarra, Alpujarra, Pujerra).

En este caso, Lanjarón, ciertamente correspondería a un plural «Lanŷaryun». Conjuntando todos los postulados anteriores, se puede hipotetizar que el origen de la población sería gente de Lanŷar (Lancha), que se hubieran visto necesitados de colonizar la montaña. Algo similar debió ocurrir con Benalauría (Málaga), con relación a los procedentes de Al Lawra en el amplio valle cercano a la gran ciudad, del entonces wadi al kabir de Malaqa.

Las teorías en pro de la población marroquí no coinciden con las tendencias naturales a la filopatria, con la similar capacidad agroganadera de la otra orilla, con la densificación demográfica granadina (Ladero Quesada, 1989), ni tampoco con la escasez de genética procedente del otro continente (Bosch et al., 2003).

Sierra Nevada, la entonces Ŷabal Sulayr, presenta conjunción de la mayor altitud de la Península Ibérica, la menor latitud, la presencia de suelos friables y la disponibilidad de agua durante todo el año.

Estas características le permiten:
1.- Establecer la línea maestra de distribución (saqya al qarya) a gran altitud.
2.- Aumento de la superficie regable respecto a otras montañas.
3.- Roturar los suelos y nivelarlos con la técnica de inundación (abancalado).
4.- Escorrentía superficial y encharcamiento. Los suelos carbonatados son muy solubles y generan grandes pérdidas por filtración.
6.- Alta luminosidad en su cara meridional por exposición dominante al sur.
7.- Temperaturas suaves por su baja latitud. Facilita la escalada de usos en altitud.
8.- Resguardo del gélido norte. La compresión adiabática calienta el viento al descender en la ladera sur. Posibilita el cultivo de especies sensibles al frío.
9.- Topografía de ladera relativamente alomada.
10.- Disponibilidad de suficiente provisión de combustible (leña de melojo, encina, quejigo)

En definitiva, gran aptitud para el aprovechamiento agrícola mediante regadío. Es muy posible por tanto que fuese la montaña la potencia de atracción para dar lugar a un nuevo núcleo humano y urbano.

Pero como dice un antiguo proverbio kabyl, “Todo duerme, excepto el rencor y el agua”. Así que, tras pasar el profuso entramado natural y humano de roca, barrancos, bancales y acequias, el agua afloraba a los pies de la mismísima escena urbana. La particular geología esquistosa de la roca pizarroide (compactos paquetes de finas láminas) funciona a su vez como circuito impreso y filtro de muy bajo grano. La acidez del silicato acentúa la del agua y su capacidad disolvente actúa sobre los minerales del sustrato por el que pasa.

Es así como se genera la alta calidad mineral de estas aguas. Y es así cómo Lanjarón puso nombre al agua que atraía a gente y más gente.

El centro de baños para contacto directo. El envasado para su traslado fuera de lugar. Lanjarón se convirtió en un referente como destino en aquellos tiempos en que el turismo empezaba a inventarse. Un trasiego de élites sociales que dejaron marcada impronta en el lugar.

Así vistió Lanjarón con traje de gala. Personajes destacados de la política y cultura del momento llegaron allí para beneficiarse con sus aguas. El poeta García Lorca aún conserva su habitación en el hotel España, como si de una espera eterna se tratara.

El pueblo aún conserva el toque de elegancia clásica de aquellos tiempos, que hicieron de él la verdadera capital de la Alpujarra. Pero también el aire antiguo de su etapa andalusí y morisca. No puedes perderte un paseo nocturno por el barrio del Hondillo.

La montaña proveía al pueblo de agua y éste vivificaba a la otra con demanda para su sustento. Huertas y prados prosperaron en tiempos donde el transporte era caro, como centro de provisión vegetal y animal.

Por eso se hizo necesario subir y hablar con la montaña.

El cordón umbilical del hombre con las montañas siempre fueron las veredas o senderos. Aunque hace mucho que el homo urbano se interesó por estas laderas, nunca estuvieron como ahora tan repletas de letreros y señales.

Como si la montaña resultase un descubrimiento reciente, en lugar de un territorio milenario que procuró el sustento de los habitantes que en ella se cobijaron. Pero actualmente es posible la alternativa motorizada.

La vereda tradicional sube desde el pueblo por el mismo barranco del río. Es la mejor opción para conocer huertas y plantíos de árboles donde el castaño cobró un no lejano protagonismo. Tradicionalmente moreras, cerezos, manzanos, serbales, membrillos y muchos otros frutales apuntalaron el cielo en sus bancales en tiempos de los antiguos andaluces.

El sistema hidráulico de captación y reparto cobra sentido en estas teselas de mosaico paradisíaco. Al birka es el vaso dilatador donde se retiene el líquido cristalino convirtiéndose en charca de vida cuando no existe la química agresiva.

Algas, plantas acuáticas, insectos, anfibios, reptiles e incluso cangrejos y peces podían desplegarse en estos estanques de forma y capacidad variable. En otro tiempo también fueron lugares de baño donde los habitantes del lugar acudían a refrescarse en las tardes de verano.

El regadío andalusí, llegó a ser un magnífico ejemplo de entendimiento entre el Hombre y la Naturaleza, una auténtica simbiosis entre los seres bípedos y el resto de la biodiversidad salvaje (Pulido Pastor, 2017)a, (Pulido Pastor, 2017)b.

El muestrario de vegetales que se presentan en concatenación a lo largo de un itinerario en altitud se llama “cliserie”. En Sierra Nevada, la cara sur presenta una serie altitudinal donde aparece incluso el algarrobo en las partes más bajas (Barranco de Tablate).

La encina es la especie más robusta de cuantas se presentan aquí. Su espectro altitudinal es amplio, el de su tolerancia pluviométrica, también. No siendo lugar tradicional para la montanera, raramente se encuentran árboles de gran tamaño, que fueron dejando paso al cultivo del castaño.

El entorno natural se encuentra bastante alterado por el gran incendio que sufrió en el año 2005 en la zona del barranco de Tello. Gracias a la estación experimental forestal que había allí ubicada, se podían encontrar especies arbóreas escasas o ausentes en otros lugares, como cedros, pinos ponderosa, tsugas o sequoias. Pero el elemento diferencial, en Sierra Nevada, es la altitud. Los bosques, matorrales y flora de altura son la principal singularidad de esta montaña. Su combinación en altitud, latitud y precipitación, marcan el diseño vegetal de los distintos transectos. Así el roble melojo (Quercus pyrenaica Willd.), el pino albar (Pinus sylvestris L.), el pino negro (Pinus uncinata Ramond ex A. DC) y el tejo (Taxus baccata L.) son los componentes arbóreos más singulares que se pueden encontrar en estas alturas.

A partir de los 1800 m de altitud encontrarás formaciones de matorral. Arbustos de Adenocarpus o Cytisus son los más comunes y de mayor porte.

Hasta los 2200 metros el arbolado se suele distribuir sin problema en estas solanas. Las repoblaciones artificiales hechas con pinos se suceden en rodales ocupando territorios antes propios de pastos o matorrales. Ahora presentan un aspecto maltrecho a causa de una deficiente gestión de su espesura y los efectos de vendavales y nevadas.

Llegados aquí la montaña nos recibe con triste voz quejumbrosa. Como un barco viejo, un edificio en ruinas, cruje su entramado estructural. Prados abandonados, densos pinares trabados de derribos, ausencia de rebaños, acequias en desuso, albercas vacías.

El refugio de Ventura está situado a 2250 m de altitud. Pese a estar inhabilitado puede considerarse como un referente básico en esta ruta. Justo por encima se encuentra la bifurcación alternativa para el recorrido.

Acequia y sendero confluyen en un punto dando traza circular al recorrido. Recomendable la subida por el tramo de menor pendiente, en busca del río Lanjarón. Es también más entretenida y diversa que la opción de subir y bajar por la Loma del Caballo.

Por encima de los 2500 m de cota, aparecen preferentemente formaciones herbáceas (lastonares, borreguiles) y roca desnuda. Son los terrenos donde pastorea el ganado de la familia Farragüit, los últimos hombres libres de Lanjarón.

Baltasar Farragüit es la cabeza visible de un legado ganadero en Lanjarón a punto de extinguirse. Junto con su tío José (82 años) y sus dos hijos, aún mantiene el uso pastoral extensivo. Conocen el idioma de la montaña, pues conversan con ella a diario desde hace casi un siglo. Ambos transmiten un mensaje de auxilio ante el agotamiento que se ha producido para la supervivencia de este uso tradicional en las montañas del entorno Mediterráneo.

Pastizales degradados, infraestructuras en desuso, trabas administrativas y desánimo en general que provoca el abandono de este tipo de vida. Valga como dato el hecho de que hace 50 años, durante el mes de agosto, la infraestructura de servicios de Lanjarón consumía 100 terneros procedentes de esta montaña. Hoy en día, ninguno.

Hace 30 años un ternero valía unas 80.000 pesetas. Actualmente, apenas se pagan 500 euros. Pese a las llamadas que la Administración hace para el mantenimiento de las razas ganaderas autóctonas en base a la alta calidad de estos productos, los incentivos al mercado son escasos o nulos.

Su principal reivindicación es la dificultad de salida que supone el haber perdido la proximidad de un lugar para sacrificio comercial de las reses. El incremento de costes que genera convierte en inviable la rentabilidad del oficio pastoral.

Discurrir paralelamente a la acequia principal es una completa lección de hidráulica nazarí. El lapidado que la cubre a base de grandes losas de piedra testimonia una cantidad de energía bracera que hoy en día resulta impensable.

Ya en el barranco principal las aguas viajan entonando el canto de la libertad y lo salvaje al saltar de piedra en piedra. Remontar su curso contra corriente lleva hasta los borreguiles de Peñón Bermejo y la laguna de Lanjarón, al pie de Elorrieta.

Antes de eso, un quiebro hacia el sur nos encara con la cumbre El Caballo. Un ascenso fácil y cómodo nos hace pasar por la laguna de Nájera hasta llegar al gran dique natural sobre el que se asienta el refugio de montaña y contiene las aguas de la laguna El Caballo.

Después de hacer noche viendo las estrellas bañarse en la laguna llega el momento de descender. Hace 40 años pisé por primera vez este sendero de retorno. No había vuelto hasta ahora.

Esta infinitud de pequeñas teselas apretadas al suelo como si un adoquinado lunar se tratara son muy cómodas de pisar. El único rastro de vida, asoma en el horizonte.

Y hacia allá se enfila el camino, descendiendo suavemente hasta llegar al punto de cierre en el refugio de Ventura. A partir de aquí, el camino ya es conocido.

Lanjarón es un perfecto entramado natural y urbano. Montañas, lagunas, agua. Hoteles, jardines y casas encaladas.

¡¡Un magnífico ejemplo de simbiosis hombre-naturaleza esperando que vengas a disfrutarlo!!

Antonio Pulido Pastor
Asociación Forestal Andaluza

Dedicado a Remedios Nieto Palacios, la hija de Don Emigdio, para que su pueblo no tarde en reconocerla como la hija ilustre que es.
Armando Cuesta, por la ilusión depositada en conjuntar pueblo y montaña, urbanismo y medio ambiente.
A los empleados del hotel El Sol, por su amabilidad y simpatía, y a todos los habitantes de aquel entrañable pueblo que supieron conjugar lo nuevo con lo viejo, el agua de las lagunas con la sal de baño.

Referencias:
Barceló, M.; Kichner, H.; Navarro, C. (1996).- El agua que no duerme. Fundamentos de la arqueología hidráulica andalusí. Fundación El Legado Andalusí. Granada

Bosch, E.; Calafell, F.; Plaza, S.; Pérez-Lezaun, A.; Comas, D.; Bertrandpetit, J. (2003).- Genética e historia de las poblaciones del norte de África y la península Ibérica. Revista Investigación y Ciencia. Febrero 2003 pp. 62-69

García Sánchez, E. (1995).- Los cultivos en Al-Andalus. Pp 41-57 in El agua en la Agricultura de Al-Andalus. Fundación El Legado Andalusí. Lunwerg Editores. Granada

Gómez Moreno, M. L. (1989).- La montaña malagueña: Estudio Ambiental y Evolución de su paisaje. Colección Monografías n.º 1. Servicio de Publicaciones. Diputación Provincial de Málaga

Ibn al Jatib, Muhammad ibn Abdallah (1360).- Al-Ihata fi ta’rij Garnata. (Información completa acerca de la historia de Garnata)

Jiménez Mata, M.ª Carmen (1990).- La Granada islámica. Contribución a su estudio geográfico-político-administrativo a través de su toponimia. Universidad de Granada, Diputación Provincial de Granada.

Ladero Quesada, M. A. (1989).- Granada. Historia de un país islámico (1232-1571). Editorial Gredos. Madrid.

Pulido Pastor, A. (2017)a.- La simbiosis Hombre-Naturaleza en las Sierras Tejeda-Almijara. Revista digital Tottori Trip

Pulido Pastor, A. (2017)b.- Genal, alquimia de suelo, cielo y agua. Revista digital Tottori Trip