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Tras abandonar el muelle, una gaviota que devoraba un trozo de pan me dijo que había que comer, lo que me llevó a North Street, una de las calles principales de la ciudad. Me recordó bastante a Oxford Street (Londres), aunque un poco más estrecha. Esta es tu calle si buscas las típicas franquicias de comida rápida (Burger King, Pret A Manger, etc) o la sorprendente JD Wetherspoon, de la cual os hablaré en otro momento. Finalmente acabé en “Bon Appetit”, que se define a sí mismo como un “buffet de comida internacional”. Una de las camareras era de Asturias y muy simpática, y si tienes hambre es una buena opción.

Después de comer, fui a los jardines del Palacio Royal Pavilion, que fue construido por el arquitecto John Nash bajo las órdenes y para convertirse en la residencia de Jorge IV. No llegué a ver el interior, pero solo el exterior ya fue capaz de enamorarme. Si me hubieran llevado allí dormido, al despertarme habría pensado que estaba en India, o cualquier otro país similar, pero nunca en Inglaterra. Los alrededores del palacio estaban llenos de todo tipo de gente, leyendo, tocando la guitarra o simplemente disfrutando de la belleza del lugar, que es sin duda uno de los “must-see” (lugares que no te puedes perder de Brighton).

Más tarde, me dirigí a North Laine, una de las calles con más encanto de Brighton. Su gran atractivo se debe a la gran cantidad de librerías, tiendas de ropa “vintage”, de discos y de instrumentos musicales. Seguramente no llegues a comprarte nada, pero es interesante pasearse por todas ellas, como si estuvieses en un museo. Es importante saber que, como casi todas las tiendas en Reino Unido, estas cierran muy pronto, a las 18:00 más o menos. Finalmente, tras un breve pero merecido descanso en el hostal, volvimos a la playa, a pocos metros del Brighton Pier, para despedir el día.

A la mañana siguiente, después de un desayuno que podría haber sido mejor, recorrí el paseo marítimo hasta llegar a unas simples, pero sorprendentemente bellas casetas de colores. Están un poco alejadas del Brighton Pier, pero merece la pena el paseo. A la vuelta vimos algunos atrevidos metiéndose en las frías aguas del Atlántico, quizás la próxima vez me anime, quién sabe.

A modo de conclusión, tengo que decir que si estás cansado de la Inglaterra de siempre y buscas algo diferente, con una gran mezcla de culturas, una playa apta para el baño, y con un ambiente agradable, Brighton es el destino ideal.